Tania Tejero Molina
El planeta de los espejos rotos
He escuchado decir que en el universo no estamos solxs... En el planeta de los espejos rotos no había donde la gente pudiese mirarse. Nada les devolvía su reflejo, ni siquiera el agua cristalina. Las desconocidas sombras del otro lado habían acabado con esa propiedad de la naturaleza. No se limitaban a lo exterior, sino que en el interior de las personas también ocurría. En los cerebros de los habitantes de aquel lugar, las neuronas espejo ya no hacían su función...ni se contagiaban los estornudos, ni las risas, tampoco la tristeza y a lxs niñxs les empezaba a ser imposible aprender y crecer. Sin recibir el reflejo de lo que les pasaba y de sus emociones en sus madres y padres se sentían aislados en un mundo confuso y sin sentido.

Los corazones no reflejaban la emociones de lxs semejantes y todxs empezaban a congelarse y no saber qué hacer. Lxs pocos valientes que aún preservaban algo de luz y calor en su interior se unieron entre sí. Construyeron la nave Conciencia, se armaron de valor y emprendieron el largo viaje en busca de las sombras. En el encuentro con ellas, no hubo batalla, sino acuerdo y paz, así que nuestros héroes hallaron el modo de continuar vivos y suficientemente calentitos de corazón como para empezar a dar luz y reflejo a sus hijxs y compañerxs de vida. Quienes hablan de que no estamos solxs tienen razón, aunque no hay quien pueda dejar de estarlo allí donde nadie devuelve el reflejo de una necesidad, de un afecto, de un pensamiento... Lxs niñxs de nuestro relato dejaron de estar solxs. Las personas tenemos sombra. Lxs madres y padres tenemos sombras del pasado que nos acompañan desde nuestra infancia. Estas afectan a nuestra vida interior y también a nuestro modo de relacionarnos. El espacio que ocupa esta oscuridad en nuestra mente resta espacio para mentalizar a nuestrxs hijxs (es decir, para dedicar parte de nuestro pensamiento a pensar en lo que piensa, lo que siente, lo que necesita, lo que le puede estar pasando en su mundo interior). Por tanto, oscurecen y restan la posibilidad de reflejar aquello que ellxs nos muestran (especularizar). Es necesario des-viciar este círculo y virtualizarlo.

Mentalización y especularización (Pitillas Salvá en "El daño que se hereda: comprender y abordar la transmisión intergeneracional del trauma) son habilidades de crianza que propician la creación de un vínculo de apego seguro. Poner conciencia y trabajar sobre nuestras sombras nos facilita el camino de ser madres y padres que mentalizan y hacen de espejo a sus hijxs, que validan sus emociones, lxs acompañan en su gestión y, por tanto, en su crecimiento, proveyéndoles de regulación y salud emocional.