- Tania Tejero Molina
Mamá, Papá, Yo soy yo.
El “Yo soy yo” que preside este escrito forma parte de la oración gestáltica cuyo autor es Fritz Perls, padre de la terapia Gestalt. Dicha oración sintetiza los principios del trabajo terapéutico gestáltico, esto es: la responsabilidad individual (¿cómo es para mí tal o cual cosa? ¿qué tengo yo que ver en tal o cual cosa?), en el momento actual, en el presente, teniendo como punto de partida la toma de conciencia (me doy cuenta).
¿A qué viene esta información? Pues bien, ya en lxs adultsx está poco clara su identidad (Yo) e individualidad, confusos sus límites, de modo que la complacencia hacia la otra persona (por defecto y no por elección) se vuelve protagonista en las relaciones (¿qué hago-cambio para que estés “bien”? ¿Cómo me ajusto a lo que se espera de mí?). El yo y el tú, el tú y el yo, el nosotrxs, sobredimensionado incluso hasta rozar la generalidad social, se enmarañan en una gran bola que tapa nuestro ser y lo sume en las profundidades de un gran y desconocido pozo.
Demos un pasito más y pensemos en nuestrxs hijxs… Desde el momento de su concepción, ya estamos colocando sobre ellxs expectativas, ideas, esperanzas, que les colocan una mochila desde que nacen, nos impiden verlxs y descubrirlxs, verse y descubrirse a ellxs mismxs. Ser quienes son. Sin mucho conocimiento de lo que hacemos, les alejamos de su YO. En la escuela de madres y padres que desarrollo en Loja de modo presencial (con la financiación del Área de bienestar social del Ayuntamiento), durante la última sesión reflexionamos sobre algunos asuntos en relación a esto…

“Nuestrxs” hijxs no son nuestra posesión.
No han venido a este mundo a satisfacer nuestras expectativas.
No están aquí para comportarse como queremos en cada momento, según nos venga bien,
ni para complacernos.
Más bien…
Vienen a este mundo a ser ellxs mismxs,
A desarrollar su potencial, su ser, con nuestra contención y apoyo,
Vienen a estar alegres, tranquilxs, tristes,
A sentir miedo y enfado…
¡Ay el enfado! Esa emoción que pretende la defensa de quienes somos, de nuestro cuerpo y mente, y que contraria tanto a mamás y papás. El enfado de lxs hijxs les saca dela maraña. Les coloca en su Yo y les aleja de las expectativas adultas. Les permite mostrar aquello que no les gusta, aquello que no les toca o para lo que aún no están preparadxs… Y, por supuesto, SIEMPRE tiene un sentido Y NUNCA debe ser reprimido.
TIENEN (TENEMOS) DERECHO LEGÍTIMO A ENFADARSE Y SER ELLXS MISMXS. Sin que esto se confunda con que puedan hacer siempre lo que quieran. Nuestros límites son otro asunto que no me pararé a abordar aquí.
Hay una etapa en el desarrollo infantil donde las rabietas y los noes son el pan de cada día, esa primera adolescencia que ya pone en evidencia la dificultad de gestión emocional que muchas veces atraviesan mamás y papás. Tiene lugar entre los 2 y 3 años de edad a veces un poquito antes, a veces un poquito después.
Hasta este momento lxs bebés han estado en este mundo viendo cuan confiable es, cuan confiables son las personas a su alrededor, todo ello a través del contacto con sus principales figuras de apego, mamá, papá, o figuras de referencia. En el mejor de los casos, estableciendo un vínculo de apego seguro.
Una vez completada esta “fase”, da comienzo una totalmente diferente. En palabras de Erik Erikson, arranca la segunda gran etapa evolutiva, la de AUTOAFIRMACIÓN. Desde esos lazos seguros, lxs hijxs empiezan a tener necesidad de buscar algo de autonomía. Empiezan a comprender y experimentarse como seres diferentes de mamá y papá. Hasta ese momento se perciben como fusionados. Puede aparecer, en este momento, miedo, si hay inseguridad en el vínculo, en cuyo caso se quedarán pegadxs a la necesidad de vínculo algo de tiempo más (el necesario en cada caso). Y siempre hará aparición en escena el ENFADO, que viene a apoyar la necesidad de hacer cosas por sí mismx, tomar sus pequeñas grandes decisiones, según quien lo mire, de dar sus pequeñas grandes opiniones.

El enfado, esa emoción que nos energiza y moviliza a establecer límites, a diferenciarnos, a ser YO.
Responder al enfado con más enfado añade más leña al fuego. Acompañémosles a que hagan esta tarea vital que les atañe (de nuevo, no pierdo de vista los límites, no todo vale): que reivindiquen, que se nieguen, que lleven la contraria, que decidan. Les estaremos ofreciendo un gran regalo: acercarse a su autonomía y, por tanto, a su autoestima. De lo contrario, sentirán dudas respecto a sus capacidades y vergüenza de sí mismos.