top of page
  • Foto del escritorLaura Rodríguez Pérez

Reparar(me) el dolor emocional

Diría que todos y todas alguna vez en nuestra vida ante un dolor emocional nos hemos preguntado “¿Qué hago con este dolor para dejar de sentirlo?”. La respuesta sorprende en muchas ocasiones y es mucho más sencillo de lo que creemos: “Sentirlo”. Cuando tenemos un dolor emocional solemos caer en el error de ignorarlo o de hacer como si no pasara nada, esperando a que desaparezca por sí solo. Pero así lo único que conseguimos es que empeore. Pensaréis que esto es un sinsentido, que si uno entra a sentir el dolor lo que conseguirá será sufrir más aún y que, ignorándolo, evitará ese sufrimiento. Vamos a reflejarlo en un ejemplo para poder entenderlo mejor:


Imaginémonos cuando en las películas de ficción a algún personaje le clavan un cuchillo en alguna extremidad o le disparan y esa bala queda alojada en su cuerpo. Tratar de sacar el cuchillo o la bala tiene que ser bastante doloroso, pero, ¿Qué pasaría si los dejáramos dentro? La herida se infectaría y acabaríamos enfermando. A simple vista parece más doloroso el sacar la bala o el cuchillo, pero si no se cura y se deja dentro las consecuencias serían peores.

Imaginemos ahora que, en nuestra casa, en nuestro hogar, en una de las habitaciones ha salido una humedad. Si cerramos la puerta de la habitación y no entramos nunca intentando no verla, esa humedad no desaparecerá, solo se hará más grande con el tiempo. Podríamos intentar repararlo de manera rápida, entrando y poniendo una capa de pintura encima, pero esto solo serviría de manera temporal y la humedad volvería a salir tarde o temprano. Sin embargo, si entramos a la habitación y nos detenemos en repararlo, picando la pared y arreglando la tubería, podremos seguir habitando esa habitación agradablemente.


Y es que el dolor se cura así, sufriéndolo de manera intensa temporalmente para luego sentir un alivio. Si tratamos de seguir viviendo haciendo como que no ha pasado nada, ese dolor se agravará y nos acabará consumiendo, sufriendo de manera sutil durante un tiempo prolongado. Sin embargo, si aceptamos el dolor, lo acogemos y lo sentimos, siempre desde un cariño y sin juzgarlo, acabará sanando.

Un arte japonés llamado “Kintsugi” enseña que hay que reparar lo dañado enalteciendo las imperfecciones. De este modo, cuando algo se rompe, se repara con una resina que se mezcla con oro, enfatizando la belleza de lo que alguna vez estuvo roto. De esta forma devolvemos al objeto a su vida útil y, además, lo hacemos único. Aunque lo bonito de esto es la filosofía que hay detrás: los daños, las roturas y cicatrices se muestran en lugar de ocultarse. Cuando hay una historia detrás de algo roto, sufre una transformación. No lo hace peor o más feo. Depende de nosotros arreglarlo y cubrirlo con oro o dejar esa pieza rota. Reconocer las heridas y aprender a sanarlas.


No te avergüences de lo que ha pasado ni lo niegues. La forma de transformar esas heridas en oro es aceptarlo y encontrar lo útil de eso. Romperse para volver a recomponerse, siendo mejor, único y más fuerte que antes. Lo que se rompe una vez, por más que se repare jamás quedará igual, es irreversible. Pero si decides transformarlo, te habrá servido para mejorarlo.


Fotos: Obra de Simon Lee.


Entradas Recientes

Ver todo
Archivo
Buscar por tags
bottom of page